.@oburgos: la industria cultural busca un nuevo modelo de negocios

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No es un secreto. Los contenidos son creados, procesados y distribuidos usando tecnologías digitales. Esto está cambiando por completo los modelos de negocio de las industrias culturales. La posibilidad de digitalizar todo tipo de información y la interconexión del orbe mediante la red Internet han traído consigo cambios sustantivos en la manera como los usuarios acceden, comparten y distribuyen información, convirtiéndose en agentes activos dentro del proceso de comunicación de masas, dejando de ser receptores pasivos, dependientes del horario y la parrilla de programación de los medios radioeléctricos o de la impresión diaria de los periódicos.

Las Bases de Datos descentralizadas y distribuidas en red a lo largo y ancho del mundo son el corazón del modelo comunicacional que hoy rige los procesos cotidianos de distribución de información. La comunicación masiva, queramos o no, está mediada por las computadoras. Enormes repositorios de información almacenan en el mundo textos, fotografías, sonidos y videos por separado o de manera multimedia y están al alcance de cualquier persona que cuente con una conexión a la red Internet. Esto es particularmente importante  al considerar que para el 17 de junio de 2012 sólo tres países de los 176 que registra permanentemente netindex.com cuentan con una velocidad promedio de conexión a Internet menor a 1 Mbps.

Si se agrega a ello la miniaturización de los equipos de computación, la portabilidad de los dispositivos y el aumento en forma geométrica de su capacidad de procesamiento, cualquier persona con un teléfono móvil pueda acceder a cualquier contenido desde cualquier lugar del mundo, y además tiene la posibilidad de compartir cualquier tipo de información instantáneamente “desde el mismo lugar de los acontecimientos”.

Hoy en día muchos contenidos residen en la nube. Cada día millones de Mb son almacenados en línea, subidos y descargados hacia y desde Internet teniendo lugar millones de transacciones no sólo para la distribución de contenido sino también para su procesamiento. Es así como en Internet podemos encontrar sistemas que permiten la edición y retoque de fotos, sonidos y videos, el procesamiento de textos, hojas de cálculo, miles de bases de datos con fines generales o específicos, entre muchas otras aplicaciones, pudiendo acceder a todo a través de nuestro navegador web.

Desde hace ya algún tiempo se han desarrollado espacios para la distribución gratuita de publicaciones digitales, tales como youkioske.com, issuu.com, scribd.com; también para la distribución gratuita de videos como youtube.com, vimeo.com, dailymotion.com; para fotografías: picasaweb.com, flickr.com; así como para la distribución de audios en soundcloud.com o ivoox.com; por sólo mencionar algunos. Todos ellos pensados con fines lícitos, por lo que en mayor o en menor medida hacen un esfuerzo por suspender a los usuarios que incurren en la piratería, así como por quitar los contenidos que infringen los derechos de distribución o autoría.

Los sitios mencionados, están permitiendo que muchas personas que generan contenidos puedan compartir sus creaciones con un público que hace apenas cinco o diez años atrás jamás habrían podido soñar en alcanzar. Más aún cuando estos mismos sitios están perfectamente imbricados con las principales redes sociales, o, mejor aún, son redes sociales en sí mismos.

No obstante, así como aquellos que generan contenidos y que necesitan alzar su voz para poder ser escuchados tienen la posibilidad de distribuir sus ideas de forma rápida y sencilla, estas posibilidades resultan particularmente útiles para la piratería.

Muchos de estos espacios que sirven de depósitos de información, al estar disponibles de forma gratuita, son usados de manera indiscriminada para distribuir información de manera ilegal ya que en no pocos casos los que la publican no son los propietarios de los derechos de autoría o distribución. El caso de megaupload.com fue emblemático al ser cerrado a principios del año 2012. Múltiples sitios web con vínculos a películas almacenadas de forma pirata utilizaban ese servicio o el de su sitio asociado, megavideo.com, como repositorio de archivos.

En este sentido, sumado a los grandes depósitos de información, el desarrollo de la tecnología P2P, que ha ido evolucionando desde las primeras versiones de Napster a finales de los 90 al uso generalizado del protocolo BitTorrent en la actualidad, ha permitido que millones de personas se hagan de colecciones enormes de música, películas, software y cualquier otro tipo de contenido digital. Día tras día durante los últimos quince años, millones de usuarios de Internet acceden a contenidos que no les son propios y sobre los cuales no tienen permiso ni derecho de uso, almacenando en sus discos duros cientos, si no miles de megabytes de información digital sin permiso.

La empresa consultora británica Envisional (2011), estima que un 23,76% del tráfico mundial que existe en la red Internet infringe los derechos de distribución o autoría de los contenidos. De ese porcentaje, más de dos tercios representa el tráfico de contenidos sin derechos de autor a través del protocolo BitTorrent junto al contenido almacenado en repositorios de información pagos o gratuitos (tipo Megaupload).

Frente a esta realidad, los cuerpos legislativos de diferentes países han ido discutiendo leyes que regulen la manera en que los usuarios comparten el contenido a través de Internet. Siendo quizás la iniciativa más conocida al respecto el proyecto de ley de los Estados Unidos de América conocido como Ley SOPA (Stop Online Piracy Act), discutido entre finales de 2011 y principios de 2012.

En general se  trata de planteamientos legislativos que buscan penalizar a aquellas personas u organizaciones que publiquen contenidos en línea sobre los cuales no tienen derechos de autoría, específicamente, en el caso de la Ley SOPA (Diario El País, 19/01/2012):

  1. 1.      Imponen a los proveedores de Internet ejercer de «vigilantes» para detectar las páginas que compartan contenido ilegal y les otorga inmunidad a los proveedores de Internet si bloquean portales de usuarios que no hayan cometido delito.
  2. 2.      El Gobierno podrá cerrar páginas alojadas en EE UU y que permitan las descargas de contenido protegido por derechos de autor, violando por tanto la propiedad intelectual, aunque sus dueños residan en el extranjero.
  3. 3.      El Departamento de Justicia podrá cerrar páginas web sin orden judicial así como impedir que cobren beneficios de anunciantes, bloquear dominios de Internet y hacer que buscadores como Google eliminen esas páginas de los resultados de búsqueda.
  4. 4.      El Gobierno de EE UU podrá impedir el uso de las herramientas empleadas por ciudadanos de China o Irán para burlar la censura.

Considerando las implicaciones que podría tener la aprobación de una legislación que implicara la limitación de derechos fundamentales como la libertad de expresión, las discusiones sobre este tipo de legislaciones han resultado complicadas. Específicamente en el caso del Proyecto de Ley SOPA, el 14 de enero de 2012 la Cámara de Representantes Estadounidense decidió congelarlo hasta encontrar consenso en torno al mismo (Diario El País, 14/01/2012).

La piratería, en efecto, ha representado un problema muy grave para las Industrias Culturales, el hecho de que Internet haya pasado a ser el medio por excelencia para distribución y consumo de contenidos también lo ha sido.

Durante los últimos 15 años hemos visto que las industrias que venden contenidos han tenido que reconfigurar sus modelos de negocio adaptándose a las nuevas formas de distribución de información. Aquellas que no lo han hecho han ido desapareciendo o están por hacerlo. Un ejemplo emblemático de esta situación son las tiendas de discos. Actualmente la música se vende (y se piratea) en línea. Poco a poco hemos ido viendo cómo las tiendas de discos han ido cerrando. Primero las tiendas pequeñas y más recientemente, las que quedan pertenecen a lo que otrora fueran grandes cadenas de tiendas musicales teniendo que reducir sus locales y diversificar sus productos, incorporando artículos de otro tipo, muchas veces electrónicos que permiten la reproducción de contenido digital. Igualmente, en el caso venezolano, los pocos clubes de video que quedan ofrecen productos copiados ilegalmente. En el caso de la música y del video, la piratería dio cuenta de los medios legales de distribución antes de que se distribuyeran por Internet de manera lícita.

Frente a esta situación, los tradicionales productores y distribuidores de contenido han tenido que desarrollar modelos de negocio para vender sus productos en línea, por medio de suscripción o mediante la incorporación de anuncios publicitarios.

Desde hace ya mucho tiempo los periódicos, posteriormente las emisoras de radio y de manera más reciente las estaciones de televisión han ido incorporando el contenido que producen o transmiten a sus páginas web. Lo que inicialmente comenzó simplemente como un sistema de retransmisión de señal, en el caso de los medios radioeléctricos, o la simple repetición de las noticias del periódico en papel a través de la web, se va convirtiendo en estructuras de distribución particulares, brindando valor agregado tanto a los medios impresos como a los audiovisuales. En la última década, hemos visto cómo por todo el mundo las cadenas de televisión han ido adaptándose a una realidad de difusión en línea, buscando la manera de incorporar sus contenidos a la web bajo un sistema que les permita obtener ingresos, haciendo su mayor esfuerzo por impedir que el contenido digital sea descargable de alguna manera y por tanto susceptible de ser distribuido ilegalmente.

Por otra parte, van surgiendo empresas de distribución de contenidos digitales que pretenden llevar a los usuarios los programas de los grandes productores bajo esquemas gratuitos basados en pauta publicitaria, de precio por consumo o de subscripción ilimitada.

Frente a este panorama, el receptor de contenidos cuenta hoy con un enorme menú al cual puede acceder de manera sincrónica sí, pero también asincrónica, ya sea para oír música, ver “televisión” o leer noticias. Así, los usuarios tienen la posibilidad de seleccionar el contenido de su preferencia para consumirlo en el momento que prefieran, en algunos casos de forma gratuita –con publicidad– y en otros pagando una renta fija mensual o por consumo (particularmente en el caso de los medios radioeléctricos). La promesa original que hizo la televisión por cable, de no incluir publicidad por ser un servicio pago, y que no pudo cumplir, se está haciendo realidad en Internet.

En la actualidad las películas y la música son vendidas y alquiladas legalmente en línea. Aunque en América Latina aún es una industria incipiente, en otras latitudes, servicios de venta y alquiler en línea de contenido audiovisual como Apple Store, Hulu, Netflix, Spotify, o Pandora entre otros se han popularizado. Este tipo de servicios permite que los consumidores puedan tener acceso a toda una biblioteca de programación de televisión o de música bajo demanda, sin publicidad y por un pago mensual, considerablemente menor al costo que suelen tener los servicios de televisión por cable.

Es importante acotar que estos contenidos no son sólo reproducidos en las computadoras. Una gran variedad de aparatos que van desde los teléfonos inteligentes hasta los televisores de última generación vienen ya pre-configurados desde la fábrica para la reproducción de este tipo de contenidos. Aplicaciones para teléfonos, tabletas, consolas de videojuego, módulos y reproductores multimedia, entre otros, están inundando el mercado de los productos electrónicos ofreciendo la promesa de poder acceder al contenido de estas compañías distribuidoras de programas en línea, rompiendo con el esquema clásico de la computadora como único espacio para la reproducción multimedia. De esta manera, el planteamiento que muchos repetían a finales de los 90 de que la computadora y el televisor se fusionarían es hoy una realidad.

Los canales de televisión y las emisoras de radio tradicionales deben mirarse en el espejo de las tiendas de discos y poner sus “barbas en remojo”. El pago que hace cualquier usuario de Televisión por Suscripción resulta demasiado alto frente al costo de acceso a cualquiera de estos servicios de distribución de contenido en línea. Más aún cuando a aquel pago hay que sumarle que por cada hora de programación de televisión el usuario se tiene que exponer (en el mejor de los casos) a veinte minutos de publicidad. Es cuestión de tiempo para que la mayoría de los usuarios vaya migrando de la televisión por suscripción a los servicios de televisión por demanda en Internet.

Las grandes corporaciones mediáticas de los Estados Unidos y Europa tienen esto muy claro. En sus propios sitios web ya se puede acceder al contenido de sus programas informativos y de entretenimiento, en algunos casos de forma paga y en otros gratuita, pero con publicidad.

Del mismo modo, la radio abierta, medio que es usado de manera particularmente importante en los vehículos, está siendo sustituida en los Estados Unidos, por ejemplo, por sistemas de transmisión y recepción digital vía satélite. Y servicios como Pandora y Spotify, que funcionan a través de Internet, están siendo incorporados al vehículo por medio del desarrollo de aplicaciones para teléfonos móviles que brindan conexión a Internet a los equipos de sonido de los carros.

Todos estos nuevos servicios disponibles a través de Internet están vinculados a las redes sociales, con lo cual se hace muy fácil compartir música o películas favoritas, generando dinámicas sociales, redes de información en torno a los contenidos.

La posibilidad de regalar música, dedicar a alguien una canción, compartir con una persona o un grupo una película aunque se esté en espacios geográficos diferentes y cada uno la vea en momentos distintos, es una realidad. Esto es particularmente importante considerando la cualidad virulenta que pueden tener algunos contenidos en las redes sociales, llegando a millones de personas por medio de la recomendación de contactos en cuestión de segundos.

Además, el propio acto de compartir va generando nueva información útil para los usuarios y muy útil para aquellos que distribuyen la información. Las bases de datos en las que se sustentan estos medios y las redes sociales a las que los mismos están asociados, permiten que el usuario pierda su condición de anónimo y se convierta en receptor de un contenido ya no segmentado sino personalizado. El almacenamiento de los gustos y preferencias de un usuario, así como su rutina de consumo, permiten brindarle publicidad que a la vez resulta información relevante. Si siempre ve películas de un director específico, el propio sistema le recomendará de forma automática, cuando esté disponible, una película de ese director. Si siempre escucha música de una banda en particular, el sistema le indicará cuando esté disponible otra música nueva. Por otra parte, al tener gustos afines a los de sus amigos, puede saber qué es lo que están viendo y escuchando ellos. Además, estas mismas bases de datos permiten brindar información publicitaria microsegmentada por áreas geográficas, hábitos de consumo, frecuencias de uso del medio, etc.

El paradigma del consumo de contenido está migrando de poseer a simplemente tener acceso. Antes de Internet, nos preocupábamos por tener el disco, la cinta, el DVD con la película o la música, poseer el libro o la revista. Después de Internet, pasamos a hacer colecciones –siempre poseyendo­– de música, libros, textos que pesaban infinitos MBytes en nuestros discos duros. Hoy gracias al clouding computing estamos pasando a una nueva época, donde lo importante no es tener el contenido con uno sino tener acceso permanente a él. La diferenciación que planteaba Negroponte (1995) entre átomos y bits la comenzamos a vivir de manera patente desde la segunda mitad de la década de los 90. No obstante por casi veinte años hemos estado acumulando millones de bits en nuestros propios dispositivos de almacenamiento cuando en realidad tiene mucho más sentido que ese contenido esté disponible de forma permanente en el repositorio de datos de aquel que lo vende o distribuye y que los usuarios simplemente tengan acceso a él, no sólo en cualquier momento sino desde cualquier lugar donde se encuentre y con cualquier dispositivo que use.

Frente al nacimiento de un nuevo modelo donde el usuario puede acceder al contenido audiovisual que quiera, sin importar dónde se encuentre; donde millones de productores independientes tienen la posibilidad de difundir sus contenidos de forma gratuita o a muy bajo costo; donde existe la posibilidad de acceder a contenidos sin publicidad a un costo asequible, menor que el de los planes de televisión o audio por suscripción; se hace evidente que lo que hasta ahora conocemos como medios radioeléctricos de señal abierta con fines de lucro tenderá a desaparecer. Es sólo cuestión de tiempo para que estas compañías comiencen a buscar nuevos modelos de negocio ya sea dedicándose sólo a la producción de contenidos para distribuirlos a través de terceros o mediante la creación de sistemas para la distribución o venta o alquiler de sus contenidos en línea.

Osvaldo Burgos / @oburgos

Bibliografía

El Congreso de EE UU congela la ley SOPA hasta encontrar consenso. (14 de 01 de 2012). Recuperado el 17 de 06 de 2012, de El País: http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2012/01/14/actualidad/1326535262_850215.html

Envisional Ltd. (2011). Technical report: An Estimate of Infringing Use of the Internet. Cambridge.

Las claves de las leyes SOPA y PIPA. (19 de 01 de 2012). Recuperado el 17 de 06 de 2012, de El País: http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2012/01/19/actualidad/1326967261_850215.html

Negroponte, N. (1995). Ser Digital. Buenos Aires: Atlántida.